martes, 17 de junio de 2014


Una monja y un sacerdote cruzaban el desierto del Sahara montados en un camello. Al tercer día, una tormenta de arena les atrapó y se vieron obligados a buscar un refugio para guarecerse de ella. 
Cuando acabó la tormenta, ambos religiosos se percataron que el camello estaba muerto. Entonces el sacerdote dice a la monja: 
- Hermana, esto se ve muy mal, difícilmente sobreviviremos dos días aquí y el campamento más cercano se encuentra a una semana de camino. Así que ahora que sabemos que no sobreviviremos, quiero pedirle un favor. 
- ¿Cuál? 
- Nunca he visto los senos de una mujer. ¿Podría ver los suyos? 
La monja, un poco sorprendida, le responde: 
- En las circunstancias en que nos encontramos, no veo ningún problema. 
Y mostró sus senos al cura. Este, entonces, le dijo: 
- Hermana, ¿le importa si los toco? 
La monja no puso ninguna objeción y se los dejó tocar. Después de unos minutos, con una picarona sonrisa, le dice al cura: 
- Padre, ¿puedo pedirle yo ahora un favor? 
- ¡Claro! 
- Nunca he visto el pene de un hombre. ¿Me dejaría ver el suyo? 
- Pues… en las circunstancias en que nos encontramos, no veo el posible daño... 
Y entonces se lo mostró. 
- ¿Lo puedo tocar?, preguntó la monja. 
- Pues… ¡tócalo! 
Después de varios minutos de tener la atención de la monja, el padre ya ‘armado’ no puede contenerse y acercándose a ella, le dice al oído: 
- Hermana… ¿Sabía que si lo inserto en el lugar correcto, puedo crear vida? 
- ¿De verdad? 
- ¡Por supuesto! 
- Qué bien, Padre. ¡Métaselo al camello por el culo y vámonos de aquí!