miércoles, 10 de marzo de 2010

Un hacendado se va por negocios a la ciudad por dos semanas, y deja todo al cuidado de su capataz.
-Ya sabes, cuida bien todo, no vaya a pasar algo.
-No se preocupe patrón, que nada va a suceder.
-No sé, es que tú eres bien bruto.
Dos semanas después vuelve el hacendado.
-Y, Cholo, ¿Alguna novedad?
-No patroncito, nada ha pasado.
-¿Estás seguro? Que tú eres medio bruto.
-Bueno, ahora que lo dice, sí pasó algo, se murió su gato.
-¡Mi gato de angora! ¿Cómo que se murió mi gato?
-Se murió de indigestión.
-¿Cómo que de indigestión? Si sólo comía atún y caviar.
-Es que comió carne de caballo.
-¿Qué caballo?
-Su caballo pues patrón, es que se murió y había que aprovechar la carne.
-¡Bruto! ¿Qué pasó con mi caballo de paseo?
-Se murió del esfuerzo.
-¿Qué esfuerzo?
-Pues de cargar agua.
-¡Agua! ¿Para qué?
-Para apagar el incendio.
-¿Qué incendio?
-El de su casa, pues.
-¿Mi casa de campo? ¡Qué le hiciste a mi casa!
-Nada, se quemó por la vela.
-¿Qué vela?
-La del velorio de su esposa.
-¡Mi esposa infeliz! ¿Qué le pasó?
-Se murió de la impresión.
-¿Qué impresión?
-¡Sí! De la impresión de ver a sus hijos ahogarse.
Y el hacendado le empieza a ahorcar al capataz cuando éste suplicando dice:
-¡Ya no más! ¡Ya no más patroncito! De haber sabido que se iba a poner así, no le contaba lo del gato.